El explorador naturalista Lucien Briet publicaba en el año 1908 «La bassin superieur du rio Vero»,
donde a través de narraciones, mapas y alguna fotografía exponía la belleza de este recóndito lugar al sur de los Pirineos aragoneses.
Observando hoy por hoy las inmensas paredes del cañón del Vero,
así como lo salvaje de la vegetación cuesta muchísimo imaginar cómo estos pioneros consiguieron acceder hasta estos lugares tan recónditos y extremos, a los que hoy por hoy sólo podemos llegar usando maniobras técnicas de barranquismo.
Durante los años 80, el turismo del sur de Francia llega al pequeño y hermoso pueblo de Alquézar y sus alrededores, varios de esos turistas son espeleólogos y se maravillan con la cantidad de barrancos que se van descubriendo en la Sierra, poco a poco van descendiéndolos uno a uno, aprovechando la buena climatología del lugar. Los aragoneses no se quedan atrás en estas expediciones, aventureros del club Peña Guara de Alquézar se adentran en clásicos como Gorgas Negras y Mascún.
Surge el barranquismo tal y como lo conocemos hoy en día, varios de esos espeleólogos se afincan en Alquézar, apareciendo las primeras empresas de turismo activo, campings y demás servicios turísticos.
El Cañón del Vero es un descenso muy poco técnico pero si exigente físicamente, es uno de esos barrancos donde nos maravillará la belleza del paisaje durante cada instante del recorrido. Los juegos de luces que se crean en los caos de bloques parecen de otro mundo. Los destrepes, saltos y toboganes que realizamos durante los laberintos de piedras le dan gran emoción y los soleados tramos de caminar son muy placenteros.
Se puede realizar el descenso integral de 8km (más deportivo) o el medio (más familiar), propiciando así que este barranco se considere para todos los públicos.
Salud y mucho monte